LA CASA DONDE LARRA SE QUITÓ LA VIDA.
En el número 3 de la calle Santa Clara, situada en el barrio de Ópera, podemos ver una lápida en la casa donde vivió y murió el escritor Mariano José de Larra.
Larra nació un 24 de marzo de 1809 entre la calle Segovia y la calle Pretil de los Consejos, bajo el actual Viaducto. Allí estaban las viviendas destinadas a empleados de la antigua Casa de la Moneda, donde su abuelo trabajaba como administrador. De pequeño vivió siete meses en Burdeos y cuatro años en un internado de París, debido a que su padre se exilió de España en 1814. A su regreso a Madrid en 1818, estudió en los Escolapios de San Antón de la calle Hortaleza y después en el Colegio Imperial de la calle Toledo, hoy Instituto de San Isidro.
En 1824 empezó la carrera de Derecho en Valladolid, pero poco tiempo después la abandonó. Atraido por las letras trabajó como escritor, periodista, traductor y crítico literario, firmando con los curiosos seudónimos de “Fígaro”, “El Pobrecito Hablador”, “El Duende” o “Andrés Niporesas”. Autor de numerosos artículos y obras como “El doncel de Don Enrique el doliente” o “Macías”, está considerado como uno de los más importantes representantes del Romanticismo literario español.
Se casó muy joven con Josefa Wertoret, con la que tuvo tres hijos, pero el matrimonio no funcionó. Durante cinco años tuvo una amante llamada Dolores Armijo, una mujer también casada. El 13 de febrero de 1837 Dolores se presentó en su casa y rompió con el escritor, ya que había arreglado la situación con su marido. Le exigió además que le devolviera todas sus cartas que probaban su relación y se despidió de él para siempre.
Atormentado por el dolor, Larra buscó en un cajón y sacó un “cachorrillo”, una pequeña pistola de un solo proyectil. De una forma muy romántica, situado frente a un espejo para ver su propio óbito, se disparó un tiro en el corazón, falleciendo en el acto con tan solo veintisiete años. Fue su hija pequeña Adela la que descubrió el cadáver de su padre junto a un charco de sangre.
Gracias a su vecindad y amistad con el Ministro de Justicia el liberal José Landero, pudo recibir un funeral en la cercana iglesia de Santiago y ser enterrado en un cementerio católico, cuestiones prohibidas en la época a los suicidas. Fue famoso el elogio fúnebre que realizó en el camposanto el entonces joven y desconocido escritor romántico José Zorrilla. Este acto le catapultó a la fama en el mundillo literario de la época.
Larra fue enterrado
en el Cementerio General del Norte,
situado entonces en el entorno de la zona de Arapiles en el barrio de Argüelles.
En 1842 se trasladaron sus restos a la Sacramental
de San Nicolás , en la calle Méndez Álvaro. Al desaparecer este
camposanto en 1902, fue llevado a la Sacramental de San Justo. Allí reposa en el Panteón de Hombres Ilustres de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles.
El busto de bronce en memoria del escritor, obra del escultor Jesús Perdigón, se encuentra en los jardines de la calle Bailén, frente a la portada este de la Catedral de la Almudena.
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