LA CÁRCEL DE LA INQUISICIÓN DEL BARRIO DE LAVAPIÉS.
Caminando por la
parte alta del barrio de Lavapiés, nos encontramos un curioso edificio en el número 12 de la calle de la Cabeza,
haciendo esquina con la calle Lavapiés.
Exteriormente presenta dos plantas y es un fiel exponente de la arquitectura
popular que abundaba en el caserío madrileño durante los siglos XVII y XVIII.
Se trata del Centro de Mayores Antón Martín, inaugurado
en 2012. Es un lugar de encuentro y de actividad para la numerosa tercera edad de este barrio,
gestionado por el área de servicios sociales del Ayuntamiento de Madrid. El
edificio se distribuye alrededor de un patio central cubierto, dónde podemos
ver una antigua pila o abrevadero de
piedra. Posee una estructura de vigas de madera y corredores típicos de las
construcciones tradicionales madrileñas.
Pero lo más
sorprendente de este edificio se encuentra en la planta sótano, a la que se
accede bajando unas escaleras a mano izquierda del vestíbulo. Allí podemos
contemplar cinco celdas abovedadas
de ladrillo y pedernal, que pertenecieron a una antigua cárcel de la Inquisición. Cada una de ellas tiene una superficie de
poco más de tres metros cuadrados, están desprovistas de puertas y mantienen
todavía unos pequeños óculos de ventilación que las comunican entre sí.
Según el gran
madrileñista Ramón de Mesonero Romanos,
esta prisión llevaba funcionando desde el siglo XVIII. Los calabozos eran utilizados
por el Santo Oficio para encerrar a
personas acusadas de herejía, de brujería, de estar endemoniadas, o de realizar
actos contra la fé católica. Desde aquí eran conducidas a la cercana Plaza Mayor donde se oficiaban los Autos de Fé. En dichos autos, los
acusados podían ser condenados por el Alto
Tribunal a penas de prisión, de azotes, de destierro, ir a galeras o ser
quemados en la hoguera.
Estas paredes de
ladrillo visto impresionan por haber sido testigos del sufrimiento, la angustia
y el terror de numerosos seres. Aquí padecieron tormentos y torturas, siendo
para muchos de ellos una auténtica antesala de la muerte.
Este recinto era
conocido también como cárcel de la Corona o cárcel eclesiástica de la Corona, ya que se utilizó posteriormente para
encerrar a los clérigos que habían cometido delitos, separándolos de los presos
comunes.
El preso más conocido
de esta cárcel fue Matías Vinuesa. Este
sacerdote de la localidad de Tamajón (Guadalajara) de ideas favorables al
Absolutismo, llegó a ser capellán
del rey Fernando VII. Durante el
llamado Trieno Liberal (1820-1823)
fue acusado de alta traición e intento de rebelión, por lo que fue encerrado en
esta prisión y condenado a una pena de diez años de cárcel.
El 4 de mayo de 1821, un grupo de exaltados armados de
sables, pistolas y martillos se tomó la justicia por su mano y asaltó el edificio.
Matías Vinuesa fue asesinado en este lugar, convirtiéndose desde entonces en un
“mártir” de la causa absolutista.
Tras el decreto de abolición
total de la Inquisición, firmado por la reina Regente María Cristina el 15 de
julio de 1834, el edificio fue
destinado a almacén, cuadras y cocheras. Estos nuevo usos son descritos por el
gran escritor Benito Pérez Galdós en
uno de sus Episodios Nacionales, concretamente el titulado "El Grande Oriente", publicado en 1876.
Antes de la rehabilitación
municipal, en los bajos del edificio estuvo abierta desde los años 70 la
conocida “Taberna del Avapiés”. Como curiosidad, contar que este caserón fue
utilizado para el rodaje de la famosa serie de Televisión Española “Fortunata y Jacinta”, dirigida por Mario Camus y estrenada en 1980.
Se puede acceder libre y gratuitamente a esta antigua cárcel, acudiendo en día laborable al Centro de Mayores y acreditándose en la recepción.
Fotografías: Elena Alajarín.
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Rodríguez-Checa 2022.
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