EL RECUERDO DE ERNEST HEMINGWAY SIGUE VIVO EN MADRID.
Sesenta años después de su muerte, el recuerdo del escritor norteamericano Ernest Hemigway (1899-1961) sigue vivo en Madrid. Desde su primera visita, Hemingway sintió un gran afecto por nuestro país y la forma de ser de los españoles. Cuando venía a España se sentía como en su propia casa. Aquí se empapó del espíritu español, de la fiesta de los toros y se inspiró para realizar tres de sus grandes obras: “Fiesta” (1926), “Muerte en la tarde” (1932), y “Por quién doblan las campanas” (1940).
En un párrafo de su libro “Muerte en la tarde” expresa de esta forma su amor a Madrid : "Cuando se conoce Madrid es la ciudad más española de todas, la más agradable para vivir, la de la gente más simpática, y, un mes con otro, la de mejor clima del mundo".
La primera visita que realizó a Madrid fue en 1923, dedicándose a ver corridas de toros y tomar notas para escribir un libro sobre el mundillo taurino. Posteriormente regresó varios veranos a la ciudad. Entre 1923 y 1926 se hospedó con su familia en la antigua Pensión Aguilar, hoy día Hostal Aguilar (Carrera de San Jerónimo, 32), dónde solía ocupar la habitación número 7. También frecuentó el Hotel Biarritz, transformado hoy día en hostal, en la calle Victoria 2.
Regresó en 1937 y 1938 durante la guerra civil española, trabajando como corresponsal de prensa de la agencia North American Newspaper Alliance (NANA). Uno de los hoteles donde se alojó fue el lujoso Hotel Gaylord´s. Situado entre las calles Alfonso XI y Valenzuela del barrio de los Jerónimos, fue demolido en los años sesenta. El escritor “alojó” en este hotel durante tres días a Robert Jordan, personaje de su novela “Por quién doblan las campanas”.
Fue un asiduo cliente del desaparecido hotel Florida de la plaza del Callao. En este hotel y en el cercano bar del Hotel Gran Vía coincidió con fotógrafos, periodistas y escritores, como Dos Passos, Saint-Exupéry o Malraux. Hemingway cita a este último hotel en sus obras “La Quinta columna” y “Night before the battle”.
Solía frecuentar el bar Chicote (Gran Vía, 12) cuyo ambiente le agradaba especialmente, ya que “podía tomar una copa y conversar sin ser molestado”. Su cóctel favorito era el Papa Doble, compuesto de ron, licor de marrasquino, limón y uva.
Le gustaba sentarse en la mesa del rincón a la derecha de la entrada, desde donde contemplaba la vida de la Gran Vía. Aquel lugar era entonces un centro de reunión de corresponsales, intelectuales, artistas españoles y extranjeros. Desde el cercano edificio de la Telefónica se enviaban sus crónicas periodísticas, tras pasar por la censura de guerra de la Oficina de Prensa Extranjera.
En el Hotel Florida de la plaza de Callao escribió su obra teatral “la Quinta columna”. El hotel estaba relativamente cerca del frente de guerra y desde allí se oían los bombardeos contra el edificio de la Telefónica, entonces el más alto de Madrid. Por ello la Gran Vía fue conocida popularmente como la “avenida de los obuses”.
Curiosamente era el único establecimiento con agua caliente en un Madrid en guerra. El Hotel Florida era un soberbio edificio de estilo ecléctico, levantado en 1924 por el genial arquitecto Antonio Palacios. Fue tristemente demolido en 1964 y en su solar se construyó el anodino bloque de ladrillo de los antiguos almacenes Galerías Preciados.
Tenía amigos en las Brigadas Internacionales, grupos de voluntarios de todo el mundo que vinieron a a España a luchar al lado del bando republicano. Por entonces el Cuartel General se encontraba en un caserón señorial de la calle Velázquez 63, visitado por el escritor y citado en sus novelas. Precisamente el personaje de Robert Jordan es un brigadista internacional en su obra “Por quién doblan las campanas”.
Pasada la guerra, Hemingway volvió en 1954 a Madrid, ciudad a la que tenía un gran cariño. Hablaba bien el español y le gustaba que le llamaran Ernesto. Hospedado en el hotel Palace, le entusiasmaba tomar en su bar “dry Martini” y observar la pericia del barman preparando cócteles. Este hotel es citado también en su libro “Fiesta”.
También era un asiduo de la Cervecería Alemana de la plaza de Santa Ana, dónde disfrutaba de la cerveza con gambas junto a su esposa Mary. El escritor escribió un artículo alabando este local en la revista “Life”.
Dentro
de la Cervecería encontramos dos recuerdos del escritor: una fotografía enmarcada en la
mesa del ventanal derecho que mira a la plaza, y otra fotografía expuesta en el
salón, en la que aparece junto al torero Antonio
Ordoñez.
Le gustaba mucho comer cochinillo asado en el restaurante Casa Botín (C/ Cuchilleros, 17). Según nos cuenta su actual gerente Antonio González, intentó con poco éxito cocinar una paella en los fogones de Casa Botín. Al final le dijo al entonces propietario don Emilio González: “Será mejor que me siga dedicando a la escritura”.
Solía frecuentar el comedor del primer piso, sentado en una mesa con la espalda dando a la pared debido a su trastorno obsesivo. Este prestigioso restaurante de casi tres siglos de antigüedad es citado en sus obras “Fiesta” y “Muerte en la tarde”.
En la capital disfrutó de sus amigos españoles, de las corridas de toros en Las Ventas, y del arte de Goya y Velázquez en el Museo del Prado. Curiosamente también acudió en ocasiones al antiguo Matadero de Legazpi, ya que le gustaba observar el despiece de la reses. La plaza de toros de Las Ventas era como un templo sagrado para él. Reflejada en su obra “Muerte en la tarde”, comentaba que visitar este coso era condición imprescindible para aquel que quisiera saber sobre los toros.
A la hora de comer le gustaba ir al número 4 de la calle Ternera, una bocacalle del tramo final de la calle Preciados. Donde hoy vemos un restaurante cubano estuvo hasta 1994 el viejo restaurante El Callejón. Este restaurante llevaba funcionando desde 1944 como casa de comidas caseras. Tenía un salón independiente muy del gusto del escritor, donde solía comer. El local fue descrito por el premio Nobel en uno de sus artículos publicado en la revista “Life” por tener "la mejor comida de la ciudad" y por el clarete de Valdepeñas que servían. Llegó incluso a tener allí una mesa reservada de forma permanente para él.
Afortunadamente se ha respetado el salón de este establecimiento, que conserva un busto del escritor realizado por Santiago de Santiago, y numerosas fotografías enmarcadas. La escultura se instaló en 1982, costeada por un grupo de amigos españoles que tuvo en su momento una estrecha relación con el autor y que se reunían en el llamado “Rincón de Hemingway”. Estaba formado por figuras como los toreros Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordoñez, los escritores José Luis Castillo Puché y Jorge Semprún, o el escultor Santiago de Santiago, entre otros.
Se conserva también una breve dedicatoria y la firma del escritor enmarcada, recuerdo de una visita que realizó a mediados de los años 50 al piano-bar Las Cuevas de Sésamo, en la calle Príncipe, 7.
Meses más tarde se agravaron sus desórdenes mentales y estuvo sumido en una fuerte depresión. Finalmente su familia consiguió hacerle regresar en avión a EEUU en el otoño de 1960. El escritor dejó definitivamente Madrid, ciudad a la que ya no regresaría más. El 2 de julio de 1961 se suicidó, disparándose un tiro con un rifle en su casa de Ketchum (Idaho).
Mi mayor agradecimiento a Antonio González -restaurante Casa Botín- , a Rubén Gómez -Grupo Mercado de la Reina-, a la Cervecería Alemana y al restaurante "Cuando salí de Cuba" por su amabilidad y las facilidades dadas para la realización de las fotografías. Muchas gracias también a Elena Martínez, autora de muchas de las imágenes de este artículo.
Copyright © José Luis Rodríguez-Checa 2021.
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