RAMÓN DE MESONERO ROMANOS, UN "MADRILEÑO A TOPE".
Ramón de Mesonero Romanos (1803-1882) fue una personalidad que trabajó en su época muy apasionadamente en
favor de la ciudad de Madrid. Desgraciadamente, se conoce de él poco más que la
calle que lleva sus apellidos.
Este gran madrileñista nació en 1803 en una casa de la antigua calle
del Olivo, próxima a la actual calle de la Salud, que se extiende
entre las calles del Carmen y la Gran Vía.
De familia burguesa, desde joven se dedicó a administrar los negocios familiares. Durante una etapa estuvo alistado en la Milicia Nacional, organismo creado por la Constitución de Cádiz de 1812. Era un cuerpo de ciudadanos armados cuya misión era garantizar el orden público y defender el orden constitucional.
Más tarde se integró en los círculos literarios madrileños, siendo un asiduo de la tertulia romántica del Parnasillo, que se organizaba dentro del Café del Príncipe junto al actual Teatro Español. Allí coincidía con los escritores Escosura, Espronceda, Hartzenbusch, Larra, Ventura de la Vega o Zorrilla, además de otros conocidos poetas, dramaturgos, artistas, políticos y gentes del teatro.
Gran observador, Mesonero viajó por varias ciudades europeas y trajo a
Madrid importantes ideas y propuestas para mejorar la ciudad. Fue muy amigo del
alcalde de Madrid don Joaquín Vizcaino, más conocido como el marqués
viudo de Pontejos. Con él formó un gran equipo y alentó las reformas de la
Villa y Corte desde 1845, cuando presentó su “Proyecto de mejoras
generales”. Trabajó como concejal del Ayuntamiento entre 1845 y 1850.
Mesonero intentó detener en 1833 sin éxito las obras de demolición de la última vivienda donde residió Miguel de Cervantes en la calle Francos, cuya entrada estaba en la calle del León. El dueño de la finca desconocía por completo que allí hubiera vivido entre 1615 y 1616 el gran escritor. Don Ramón peleó por salvar el edificio, escribió un artículo de denuncia que llamó la atención del rey Fernando VII. Éste propuso que el Estado adquiriera el inmueble, para que se instalara allí un “Establecimiento Literario”.
De poco sirvió todo aquello, ya que debido a la incultura del
propietario del edificio y a la desidia oficial, acabó demolido. En 1834 el
alcalde marqués viudo de Pontejos cambió la denominación de la calle, que lleva
desde entonces el nombre de Cervantes en su honor. En la fachada del nuevo
inmueble se instaló una lápida en recuerdo al gran escritor.
Una anécdota divertida protagonizada por don Ramón se produjo en 1859, en el número 61 de la calle Mayor. En esa finca de planta baja y principal había vivido el gran escritor Pedro Calderón de la Barca desde 1663 hasta su muerte en 1681. Cuando el propietario decidió demolerla, Mesonero acudió rápidamente a hablar con los albañiles para parar las obras. Como los albañiles siguieron a lo suyo, el escritor se rebeló propinándoles unos bastonazos.
Después de echarles de allí, se quedó a vigilar la casa toda la
noche. Tras este incidente, el Ayuntamiento llegó a un acuerdo con el dueño
para conservar la casa y le autorizó a levantar tres pisos más. Una lápida de
mármol recuerda desde entonces en la fachada a Calderón.
Destacado escritor y fértil periodista, se le conocía en la prensa con
el seudónimo de “El Curioso Parlante”. En 1836 fundó y dirigió el “Semanario
Pintoresco Español”, una novedosa publicación que introdujo el grabado como
imagen para acompañar a los textos y apostó por la difusión de la cultura a
toda la sociedad. En 1864 fue nombrado Cronista Mayor y Oficial de la Villa,
iniciando la historia de este insigne cuerpo de escritores.
Está considerado junto a Mariano José de Larra el artífice del costumbrismo
español, en el que destacaron sus escenas de la vida madrileña. De su obra
literaria centrada en la ciudad destacan sus libros “Escenas Matritenses”,
“Manual de Madrid”, “El antiguo Madrid”, “Paseo histórico-anecdótico por las
calles y casas de esta Villa“ y “Memorias de un setentón”.
Hombre cultísimo y avanzado en su época, fue promotor y fundador del
Liceo, del Ateneo Literario, Científico y Artístico y de la Caja de Ahorros. También fue miembro de la Real
Academia Española de la Lengua. En 1878 Mesonero vendió al Consistorio su
biblioteca personal, creándose así el fondo base de la Biblioteca Municipal,
de la que sería nombrado “Bibliotecario perpetuo”.
Fallecido en 1882, está enterrado en el Cementerio Sacramental de San Isidro. En 1914 el Ayuntamiento levantó en su memoria un monumento en el paseo de Recoletos, obra del escultor Miguel Blay. Un busto de mármol del escritor está acompañado de una maja con el escudo de Madrid y un joven desnudo que le ofrece flores, realizados en bronce. El conjunto se trasladó en 1967 a los jardines de la calle Barceló, donde permanece hoy día.
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